jueves, 14 de agosto de 2008

SANTA FE Y EL JUEGO

Mons. José M. ARANCEDO



Con ocasión de la inauguración del Hotel y Casino en Santa Fe, quiero
referirme de modo especial al tema del juego. Este hecho, la
inauguración del Hotel, ha sido saludado como un acontecimiento que hace
al desarrollo de la ciudad, incluso de la región. No cabe duda que la
instalación de un nuevo Hotel, junto a un Centro de Convenciones y un
futuro Paseo de Compras y Restaurante, son realidades que hacen a la
vida y puesta en valor de nuestra ciudad.



Pero creo que en este contexto válido e importante el tema del juego ha
ingresado y es aceptado, tal vez, sin una mayor reflexión. Considero que
es un tema que presenta aristas que hacen a la vida y a la cultura de un
pueblo, para lo cual no alcanzan sólo criterios económicos y
urbanísticos, sino que deben ser vistos desde una antropología social
que nos habla e ilumina sobre comportamientos humanos, que debemos
conocer y prever. No todo lo que es ganancia en un sentido, es útil y
conveniente a nivel social como proyecto cultural para futuras
generaciones. Tampoco es correcto refugiarse en un cierto progresismo de
aceptar todo lo nuevo por ser nuevo, esta actitud muchas veces esconde
una falta de libertad para decir no. El límite es necesario, y adquiere
toda su verdad y nobleza cuando es parte de un proyecto y de un saber
hacia dónde queremos ir; insisto, el tema del juego no puede ser sólo
parte de una ecuación económica sino considerado dentro de un proyecto
que tenga como centro al hombre concreto, con sus posibilidades y
fragilidades, y en el marco de su realización.



El avance del juego en una sociedad ha debilitado históricamente tanto
al hombre como a sus comunidades. Por ello la presencia del Estado es
tan necesaria para que no quede ese hombre y su familia desprotegidos.
Ahora bien, en la aparente imagen de un juego controlado por el Estado,
se introducen una serie de prácticas que son sumamente negativas e
incontrolables. Hay una industria creciente del juego. Me refiero, por
ejemplo, al tema de las "máquinas tragamonedas". He leído que para
empezar hay 600 máquinas de última generación. Esto lo digo con aprecio
a mi ciudad, respeto por sus autoridades, pero a fuer de sincero con
preocupación por el avance del juego en Santa Fe. El avance de una
realidad no es neutro en una sociedad, casi siempre ocupa un tiempo o
lugar que desplaza o posterga otros tiempos y realidades. El tema del
juego como emprendimiento comercial no es un tema menor ni ingenuo. Por
ello la tarea de la política como responsable y servidora del bien
común, llamada a cuidar su presente y a diseñar su futuro, es tan
importante para el bien y el desarrollo de una comunidad.



En este esquema de juego, casi siempre sin límites de días y horarios,
es dónde más gente concurre y, por lo mismo, más daño se hace. No se
llenan las "maquinitas" con un turismo que atraemos, sino con nuestra
gente, jóvenes, jubilados y muchas veces con hombres y mujeres pobres,
que se inician en un hábito que llega a convertirse en una adicción, la
"ludomanía". Además, en torno a esta actividad aparece toda una serie de
personas y circunstancias que la rodean y que no ayuda, ciertamente, al
bien de la persona y el crecimiento social de la comunidad. Recuerdo
estos juicios y sus consecuencias, que no quisiera ver en mi ciudad, de
un estudio de investigación periodística que se realizó en Buenos Aires,
en los locales de juego del Hipódromo Argentino de Palermo, y que fuera
publicada no hace mucho por el diario La Nación.



No se puede argumentar con seriedad, por otra parte, que todo depende
de la libertad y formación de la gente. Los que manejan estos
emprendimientos conocen las pasiones y debilidades del hombre concreto,
las consecuencias y el daño lo sufren inmediatamente sus mismos clientes
y familias, y al final la misma sociedad. Esto no es una crítica
ideológica al capitalismo, aunque no puede quedar la salud moral y
social de una comunidad a los intereses o agenda que maneja el mercado
del juego. Por ello es responsabilidad de la autoridad en sus diversos
niveles, actuar y saber poner límites, aunque ello signifique una
pérdida en términos económicos, o pueda ser visto como una actitud en
contra del progreso.



Como decía al principio el tema del juego es primariamente cultural y
no económico, su manejo social es un tema de sabiduría y prudencia
política, entendiendo la política como una parte de la ética llamada a
crear las mejores condiciones de vida en la ciudad (polis), para que el
hombre pueda alcanzar en ella su desarrollo integral. Estas reflexiones,
que nacen de una cosmovisión humanista del hombre como ser social y de
la importancia de valorar la cultura del trabajo como base de su
dignidad y libertad, me pareció oportuno escribirlas y ponerlas al
servicio de los ciudadanos como de sus autoridades.

14 DE AGOSTO DE 2008

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