martes, 5 de agosto de 2008

EL REINO DE DIOS

Baltazar MORENO

Más de una vez hemos escuchado en nuestras celebraciones dominicales estas bellas palabras cantando: “Busca primero el Reino de Dios y su Justicia divina y por añadidura lo demás se te dará... (Mt 6, 33). Estas palabras las asimiló perfectamente San Cayetano de Thiene y, más aún, su vida fue una constante búsqueda del Reino de Dios; y todavía más: supo inculcar esta búsqueda, esta actitud de vida en su congregación teatina al grado de ser uno de los rasgos distintivos de los Clérigos Regulares Teatinos.


Reflexionemos un poco sobre este tema tan querido por los hermanos teatinos. Por principio, el Reino de Dios es ni más ni menos que el Evangelio de Jesús, la Buena Nueva, (esto es lo que significa la palabra ev-angelio). Jesús irrumpe en la historia del hombre y viene con una misión bien concretita: predicar el Reino de Dios, es decir, el amor del Padre. En ningún momento Jesús viene a predicarse él mismo, sino sólo lo que el Padre le ha encomendado. Por tanto, si Jesús viene a predicar el Reino de Dios, el amor de su Padre, no va a hablar de algún territorio político o geográfico en particular, o de algún espacio de tierra en algún continente. No va a hablar tampoco de un puñado de súbditos sujetos a su mandato o autoridad. El Reino de Dios es más bien un reinado, una realeza, una soberanía real; en otras palabras, creo que es una actitud de vida, un estilo y un estado de vida. Pienso que así lo entendió san Cayetano y sus teatinos.

Con la venida de Jesús, llega también una gozosa expectativa: la llegada del Reino de Dios, pero no a la manera de algunos grupos político-sociales del tiempo de Jesús que creían que él venía a cambiar las estructuras políticas y sociales que prevalecían en esos momentos, no. Jesús venía a traer el mensaje del Reino a la manera de los limpios de corazón que recitaban junto con el salmo 96,13: “ya llega a regir la tierra, regirá el orbe con justicia y a los pueblos con equidad”. Es decir, que Jesús trae todo un programa de vida en donde se buscará que los hombres y mujeres de la tierra vivan en la justicia y en la equidad o igualdad de condiciones. Pero esto no lo podemos lograr si primero no nos disponemos a recibir ese reino de amor, de justicia y de equidad. El mensaje del Reino viene en la línea de Juan el Bautista, es decir, en la línea de la conversión. Es necesario disponer nuestro corazón, cambiarlo de todo aquello que nos ata a acercarnos al Padre. De esta manera podremos más fácilmente iniciar la búsqueda.

El Reino de Dios es un símbolo utópico (ideal) de esperanza que expresa el deseo de una nueva historia humana y de una nueva realidad en donde hombres y mujeres vivan un estado de gracia y de justicia que solo Dios puede lograr. Dios realiza así el ideal regio de Justicia según las concepciones bíblicas. Porque el verdadero Rey es el que protege a los desvalidos, a los débiles, a los pobres, a las viudas y a los huérfanos. El reino de Dios es entonces una Buena Nueva para los despreciados por la sociedad, los pecadores según la ley, los más pequeños a los ojos del mundo, para los más sencillos, los que tienen un trabajo despreciable, para los incultos, los ignorantes, los hambrientos, los sedientos, los desnudos y forasteros, los enfermos y encarcelados.

Exigencias del reino de Dios
El Reino de Dios es para todos ellos en primer lugar, como bien lo dice el mismo Jesús en las Bienaventuranzas. Esto también lo podemos ver en la vida que llevó san Cayetano en el gran amor que tuvo por los pobres y él mismo se cuenta entre los más pobres de los pobres.

Al Reino de Dios que se acerca, Jesús corresponde con la esperanza, pero además le sirve con una práctica de amor y de justicia.

Conversión
Como lo mencionamos, es necesario un sincero arrepentimiento del pecado y apartarse de él y aceptar a Dios tal cual es.

Amor
Sin amor nada podemos hacer, estamos vacíos como dice san Pablo.

Seguimiento
El aceptar el Reino nos compromete a seguirlo. En su caso, los discípulos de Jesús aceptaron el Reino y se comprometieron dejando todo por seguir a Jesús. No quiere decir que ya jamás pasaremos penas ni problemas, no. Los mismos apóstoles titubearon muchas veces y renegaron de su suerte, pero al final la fuerza del Espíritu los llevó a dar la vida por ese Reino.

También nosotros estamos llamados para ser discípulos al servicio del Reino de Dios con todas sus exigencias. Es nuestra vocación y servicio como hijos de Dios llevar a todas las partes del mundo esta buena nueva hasta llegar a dar la vida por el Evangelio.

Esto es lo primero y después... todo lo demás se nos dará POR AÑADIDURA.

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