martes, 5 de agosto de 2008

CAMINANDO HACIA SAN CAYETANO

Por Pbro. Edgar Stoffel

En estos días y hasta el 7 de agosto, no pocos santafesinos se pondrán en camino hacia el corazón de Guadalupe Oeste, para poder venerar al Patrono del Pan, la Paz y el Trabajo en su templo de calle P. Genesio 1644.

Frente a la imagen de San Cayetano elevarán sus plegarias, dando gracias por los favores recibidos para sí o para otros, a la vez que volverán a pedir por una serie de necesidades que tienen que ver con cosas tan simples como lo son el pan y el trabajo, fundamentales para la existencia sobre la tierra.

No pocos se preguntan qué sentido tiene el caminar en medio de una sociedad compleja y cada vez más virtual e informatizada, que parece poner al alcance de nuestras manos todo lo que deseamos en el menor tiempo posible.

Sin embargo, el caminar tiene la capacidad de hacer tomar conciencia a cualquier ser humano de la verdadera dimensión de nuestra vida y, en el caso del cristiano, de que buscamos una ciudad futura, ya que no tenemos aquí un lugar permanente. Como decía el español Manuel Aparici: "Toda la vida es un gran peregrinación, y hay que vivirla como peregrinos: sintiéndonos extranjeros sobre la tierra, caminar hacia la Patria definitiva".

El caminar permite descubrir que, a pesar de los problemas, podemos ir hacia delante, hacia esa meta definitiva que es el cielo y que en el santuario tiene un adelanto, que es, a la vez, memoria de la finalidad por la cual caminamos.

Un caminar en medio de una sociedad cada vez más individualista y vuelta sobre sí misma, que nos brinda la posibilidad de hacerlo con otros compartiendo nuestro tiempo y poniendo de manifiesto nuestras limitaciones y miedos.

En una sociedad acelerada y que ha perdido la capacidad de asombro ante la obra de Dios, el caminar nos permite descubrir el ritmo de Dios y, a la par, el ritmo propio de la vida humana y del resto de la creación.

En este sentido, la conciencia cristiana considera que no son excluyentes la confianza en la trascendencia y el compromiso con lo temporal y ésta es, en definitiva, la explicación de por qué millares de fieles que caminan hacia San Cayetano lo hacen no escapando de sus responsabilidades cotidianas o esperando soluciones mágicas para sus problemas.

Para el caminante a San Cayetano la meta a alcanzar se le presenta como el lugar privilegiado para el encuentro con Dios, ya que es el mismo Señor el que ha suscitado ese lugar para sellar con los hombres su pacto salvífico.

Se trata, entonces, de un verdadero acto de fe Ämas allá de las connotaciones profanas que adquieraÄ, por el cual se reconoce la iniciativa divina, e implica, de parte del caminante, una respuesta esforzada y exigente.

En este sentido, el camino, que puede ser realizado de diversas maneras Äa pieo en medios de transporteÄ, es un momento de preparación para el encuentro espiritual.

Este caminar con-sentido, que lleva al encuentro con Dios y tiene su adelanto en el santuario, nos abre a la experiencia de una auténtica comunicación en un mundo en que, paradójicamente, se venden millones de celulares y, sin embargo, estamos cada vez más incomunicados; y, a la par, nos permite hacer la experiencia del "tocar", cuando tomamos contacto con las imágenes o signos sagrados que encontramos en el mismo.

El caminar se inscribe en la lógica de Jesús, quien se revela a sí mismo como "el Camino" (Jn. 14,6) y así lo ha entendido el cristianismo a lo largo de la historia (Hch 9,2, 18,25, etc), razón por la cual el caminar es una actitud propia del verdadero discípulo del Señor.

Caminar hacia San Cayetano pone de manifiesto nuestra condición de homo viator, necesitado de purificación y vida comunional, como asimismo, una especie de movimiento desde nuestra propia situación hacia la fuente de la Vida que se manifiesta en los sacramentos de la reconciliación y penitencia.

También en esta sociedad materialista puede darse el interrogante de por qué caminar hasta el santuario a pedir algo tan material como el pan o el trabajo a Dios, o si estas peticiones no terminan alienando a las personas.

Esperar de Dios la paz, el pan y el trabajo nada tiene de mágico, sino que, por el contrario, es una verdadera profesión de fe acerca de la acción de Dios en la historia. Sin dudas que tal aseveración es ininteligible para la mentalidad del mundo moderno, que prescinde de la providencia de Dios y tiende a separar lo divino de lo humano, pero es por demás claro en la economía de salvación cristiana.

Por otra parte, estas peticiones se enmarcan en la tradición de los Padres de la antigua comunidad cristiana y en las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia, encerrando las principales ideas del Evangelio del trabajo anunciado a la sociedad de nuestro tiempo.

Hay que señalar que tampoco tienen nada de "alienantes", ya que, por lo general, quien se acerca al santo a pedir la gracia del pan y del trabajo no se resigna a ser un sujeto que espera pasivamente que los mismos le lleguen sin esfuerzo, sino que, por el contrario, sale a conquistarlos cada día, lo cual queda expresado en aquella expresión popular tan significativa: "A Dios rogando y con el mazo dando".

En San Cayetano (como meta del caminar y lugar privilegiado para el encuentro con Dios), el hombre de la ciudad moderna, acosado por nuevos miedos (la desocupación, el bajo salario que no le permite vivir con dignidad, la perdida de su identidad, la soledad, etcétera), recupera la unidad fundamental de la que la conciencia fracturada de la modernidad reniega: Dios y creatura, religión y trabajo, tradición y progreso, fe y vida, cielo y tierra, eternidad e historia.

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